“El tiempo es dinero”. La frase acuñada por Benjamin Franklin y parte del ADN estadounidense, maestros en el arte de capitalizar las horas hombre, parece cobrar más sentido hoy que nunca. Poco a poco este concepto ha salido de los confines de los cubículos y las oficinas para ocupar un lugar preponderante en las exigencias de clientes y consumidores. El tiempo escasea, y la paciencia también. Pero la oportunidad es grande para las organizaciones que implementen eficiencias en los procesos. ¿La recompensa? Consumidores contentos y clientes que vuelven.