El mundo se ha vuelto demasiado competitivo; demasiado interconectado; demasiado complejo; demasiado cambiante para creer que haciendo lo mismo que hemos hecho en los últimos años nos seguirá yendo bien. La minería cambiará. La banca cambiará. El turismo cambiará. La salud cambiará. La educación cambiará. Todas las industrias cambiarán aún más rápido en los próximos 20 años de lo que lo han hecho en los últimos 20 años. Las empresas que no se adapten simplemente desaparecerán. Las personas que no se adapten sufrirán.
Lo que cabe ahora es aprender a innovar sistemáticamente. Aprender a innovar es aprender a crear. Pero crear productos y servicios valorados por los usuarios. Hay que aprender a crear aquello que es tan útil que los usuarios no solo lo quieren usar una y otra vez, sino que además le cuentan la gran utilidad de aquello a amigos y familiares. El uso reiterado, adictivo y viral señalará el grado de innovación que entraña aquella creación. Para todos en este planeta la innovación pasó de ser un deseable a ser un imprescindible.
Los ejemplos de innovaciones se están multiplicando en el mundo. Las contribuciones de Apple son notables: iPod; iTunes; iPhone; Appstore; iPad; etc. Pero desde “el mundo de los bits” nos llegan más y más innovaciones día a día: Twitter; Facebook; Skype; Instagram son ejemplos de esto. Parece ser entonces que es solo para los del hemisferio norte. ¿Estaremos condenados a no innovar en Chile? ¡No! Innovaciones en Chile han ocurrido siempre; están ocurriendo y ocurrirán más y más. El convenio escolar creado por la Clínica Alemana en 1974 fue útil, adictivo y viral. Millones de chilenos lo usan hoy. La tarjeta de crédito CMR de Falabella también fue útil y más de 3 millones de chilenos la usan. Crystal Lagoons, la piscina más grande del mundo, creada hace menos de diez años por el chleno Fernando Fischmann, está ahora en más de 50 países del mundo, incluyendo EEUU, China, Dubai, Japón y Brasil. Y así hay infinidad de chilenos innovando hoy…. Podría escribir decenas de columnas con estos casos.
Si es tan buena la innovación… ¿es posible educar para innovar?. La respuesta es sí. Sin embargo, como todo quehacer humano, a innovar se aprende en gerundio. Un español me dijo un día: “Iván, el ser humano aprende en gerundio. ¿Cómo aprendiste a caminar? ¡Caminando!. ¿Cómo aprendiste a hablar? ¡Hablando! Se aprende a innovar innovando… en gerundio”. Podríamos agregar que aprendemos en gerundio y por inspiración e imitación.
Si queremos enseñar a innovar no hay otra opción que mostrar los ejemplos de aquellos chilenos o inmigrantes que están innovando en Chile. Debemos mostrar historias de emprendedores innovadores que resulten cercanas e inspiradoras. Aquellos que están creando lo nuevo, útil, adictivo y viral son los verdaderos profesores de innovación. La innovación ocurrirá cada vez más en Chile. Solo por inspiración; imitación y en gerundio podremos acelerar este proceso educativo.